La adolescente japonesa de 18 años se entrega a su tiempo de juego en solitario en su cámara oculta, acercándose al borde del orgasmo una y otra vez. Su cuerpo está cubierto de sudor y sus gemidos son más fuertes que cualquier música que hayas escuchado. A medida que se excita más, su pareja no puede evitar unirse a la diversión. Con su cuerpo apretado y su ansiedad por el placer, no pierde tiempo y se pone a trabajar.